Entramos en una semana en la que se va a producir la
comparecencia en el Parlamento de Cataluña, en la que se supone que se tratarán
los resultados del referéndum del 1 de octubre y, se supone, se declarará la
independencia, algo que se lleva atrasando desde el 3 octubre. Pero ¿realmente
se va a producir esa declaración?
El miércoles 4 de octubre Puigdemont hizo una declaración respondiendo al Rey,
si atendemos el lenguaje no verbal lo más destacado era la puerta abierta que
había a su espalda, esa puerta abierta puede tener dos significados, una puerta
abierta al diálogo o una puerta abierta por la que poder escapar. Puigdemont
tiene dos opciones, puede declarar esta semana la independencia de forma
inmediata, o bien puede declararla con efecto del 1 de enero de 2019 o del
2020.
Los sectores independentistas muy movilizados desde el 1 de
octubre le exigen una declaración inmediata, no hacerlo supondría una traición
a toda esa gente que ha sido movilizada en este proceso, que fue enviada el 1
de octubre a los puntos de votación, que salió a la calle el lunes y sobre todo
el martes en una huelga general política. Es muy difícil que esos sectores
puedan aceptar, sin sentirse traicionados, algo distinto a una declaración
inmediata.
Por otro lado, la realidad económica ha puesto de manifiesto
las dificultades e inconvenientes de una posible independencia catalana, hasta
ahora no veían posible esa independencia, pero una vez vista la fuerza del
independentismo han entrado en un fase de alarma y han actuado en consecuencia,
produciéndose un gran número de cambios de sedes sociales de las empresas más
importantes de Cataluña, que han buscado la fórmula de seguir estando en
España, y por lo tanto en la Unión Europea, en caso de esa independencia.
Así las cosas, lo más probable es que el Parlamento catalán
atrase lo más posible la decisión y llegado el caso se conforme con una
declaración de independencia en diferido, es decir, con efectos del 1 de enero
de 2019 o incluso del 2020, pidiendo dialogar con el gobierno central la forma
de llevar a cabo la independencia de la forma menos traumática posible, de esa
forma puede contentar a los partidarios del independentismo, confiando en que
hasta entonces los hechos y la realidad económica vayan limando y disolviendo
la presión independentista.
Lo que sí es descartable es que el gobierno catalán renuncie
de forma clara a la independencia, aunque ellos mismos crean que es lo más
conveniente no van a estar dispuestos a pasar por la vergüenza de ser señalados
por los suyos como unos traidores, siendo preferible para ellos una derrota
honrosa, incluso ser detenidos y encarcelados a la espera de juicio.
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