Corría el año 1966 en un
lugar de la Mancha (Argamasilla de Calatrava), cuando por tercer año
consecutivo mis padres intentan escolarizarme sin éxito, y a la cuarta 'sonó la
campana'. Los años anteriores me había sido denegado el ingreso aludiendo a
'defectos físicos del futuro alumno', y que podían alterar el correcto
funcionamiento de la escuela. Los defectos a los que la dirección del centro
hacía alusión eran: Zurdo, miope y posiblemente
también influiría los antecedentes de (hijo de no afecto al régimen).
Tras las tres negativas de admisión, mi
padre se armo de valor y comunico al director del centro escolar (antiguo
compañero de escuela de mi padre, pero en ese momento era del bando de los
vencedores y mi padre de los perdedores), que la reiterada negativa le sería
comunicada al Ministro de Educación Nacional (en aquel tiempo 'creo' que era
Joaquín Ruiz-Giménez), a lo que el suso dicho 'amigo' le contesto: Ramón, en tu
situación yo no removería nada... Al día siguiente a las 10 de la mañana
aparece en casa el 'pelota' de turno del maestro, y dice a mi madre: Departe de
D. Pablo, que mañana lleve usted a su hijo a la escuela...
Y ahora comienza el
calvario, entro al patio de la escuela a las 9 y tras formar, cara al sol y
padrenuestro protocolario, entramos en clase con la consabida mofa, burla y
cantinela de: Zurdo!, zurdo!, ¡Gafitas cuatro ojos capitán de los piojos!... el
maestro no mando callar hasta que la algarabía no llego a molestarle en primera
persona. Transcurre la clase mas o menos bien hasta la hora del recreo, salen
todos los niños menos yo, el maestro me indica que coloque mi mano izquierda a
mi espalda y me ata el brazo con algo parecido a una venda, pone una tiza en mi
mano derecha y indica de haga círculos hasta completar la pizarra cuadriculada,
tal ejercicio se repetiría diariamente unas tres semanas mas o menos, con el
acompañamiento de burlas por las ventanas del patio de recreo, amen de las
continuas sustracción de las gafas por parte de los 'escavillaos' de turno.
En mi favor e de indicar
que yo ingrese en la escuela 4 años tarde, pero sabiendo leer, escribir, sumar
y restar, gracias al empeño que puso ese picador-minero que fue mi padre, y que
como el muy bien decía: No te preocupes Paquito que no vamos a perder el
tiempo, y día a día tras su jornada de sufrido trabajo a base de sacrificio y
empeño, me enseño cuanto pudo.
Aquel mi primer año de
escuela terminé siendo uno de los primeros de la clase, y no creo que fuese por
el interés de director, maestro y entorno.
P.D. Mi historial académico
es: Certificado de Escolaridad.
Relato de Paco Rubio
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