viernes, 27 de enero de 2017

Imágenes del Albúm de Auschwitz

Imágenes del horror nazi, de Yad Vashem

Tomada desde el techo del tren, la fotografía muestran una amplia panorámica de la plataforma de llegada a Birkenau, que formaba parte del complejo de Auschwitz. Al fondo, pueden verse los crematorios II y III con sus chimeneas. Los guardias de las SS Ernst Hofmann y Bernhard Walter tomaron estas fotos en mayo de 1944, en el momento más atroz del campo de exterminio nazi. La superviviente Lilly Jacob-Zelmanovic Meier encontró las imágenes por casualidad y descubrió que sus vecinos y familiares aparecían en ellas, poco antes de ser asesinados. No se sabe por qué las tomaron. El ‘Álbum de Auschwitz’, como es conocido el conjunto de 193 fotos, es un documento único dentro del Holocausto y se conserva en el Museo Yad Vashem de Jerusalén.



Judíos ancianos, provenientes del gueto de Beregovo, son ayudados a descender de uno de los trenes. En un lateral del vagón puede leerse: Deutsche Reichsbahn (Ferrocarriles Estatales de Alemania). La primavera de 1944 fue el momento en que el Auschwitz-Birkenau se convirtió en la mayor máquina de matar del nazismo. En torno a 400.000 judíos húngaros fueron asesinados en apenas unos meses.









Las fotos del ‘Álbum de Auschwitz’ muestran uno de los momentos más atroces de la historia de la humanidad, el proceso de selección en el andén de Birkenau, donde los deportados, en apenas unos segundos, eran seleccionados por médicos de las SS para vivir o para morir inmediatamente. En esta imagen, los judíos se preparan para el proceso de selección








Deportados judíos esperando el proceso de selección. Al fondo puede verse la entrada de Birkenau, conocida en la actualidad como La puerta del suplicio














Un medico de las SS ‘examina’ el estado de salud de un judío. La mujer en primer plano se llama Geza Lajtos, de Budapest. Supervivientes del Holocausto pudieron reconocer a familiares en estas imágenes. De aquellos que era destinados a morir inmediatamente, fue en algunos casos el único recuerdo que quedó. El Álbum está incompleto porque Lilly Jacob-Zelmanovic Meier entregó fotos a los familiares que las pidieron







Judíos sometidos al proceso de selección en el andén de Birkenau, nada más llegar. También puede verse a prisioneros, con el traje a rayas, que asisten a los recién llegados. Eran obligados por las SS a estar presentes en los andenes durante la selección para asegurar un proceso ordenado.











Se trata de la foto más conocida del Álbum, que debió provocar una impresión y un dolor imposible de imaginar a Lilly Jacob-Zelmanovic Meier porque muestra a dos de sus hermanos pequeños, Sril (Israel) y Zelig. Los dos fueron gaseados poco tiempo después de que se tomase la imagen.












Sólo una minoría de judíos lograban sobrevivir a la selección. En esta imagen, aparecen varias mujeres que fueron identificadas: Suri Aron, del gueto de Tacovo, Chedvah Zelig (sobrevivió al Holocausto), Ester Kanez (sobrevivió al Holocausto) y Cilly Stahl (sobrevivió al Holocausto). 













Prisioneras entran dentro del campo de mujeres, ya con el uniforme de prisioneros bajo la mirada de un guardia SS.















Hombres y mujeres en la zona de los barracones. Los que sobrevivían a la primera selección, eran sometidos a trabajos forzados hasta la muerte
















Prisioneros trabajando.














Mujeres judías con sus niños caminan hacia las cámaras de gas ignorando la suerte que les espera.















Los cuartos en los que los deportados eran obligados a desvestirse antes de ser asesinados eran demasiado pequeños para la cantidad de personas que fueron asesinadas en Auschwitz durante este atroz periodo del campo de exterminio. Por lo tanto tenían que esperar fuera, en una zona cercana al crematorio.











Deportados esperan sin saber el destino que les espera.














Canadá era el lugar en el que se trillaban las posesiones con las que llegaban los deportados. Recibía ese nombre porque era identificado con un país muy rico. Los prisioneros eran obligados a recoger los enseres y seleccionar los bienes que podían tener valor. Cuando terminaban el proceso, la mayoría de los deportados a los que pertenecían habían sido asesinados.






viernes, 20 de enero de 2017

El asesinato de José Miranda Rodríguez y tres mujeres de la familia, en las tapias del cementerio de Loja. Por Pepa Miranda

“Todo se hunde en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeja, el olvido está lleno de memoria”. Mario Benedetti
Hoy 27 de Diciembre se cumplen 80 años del asesinato de mi bisabuelo José Miranda Rodríguez y tres mujeres de la familia, en las tapias del cementerio de Loja. Tenía 77 años, era sargento de la Guardia Civil jubilado, estaba viudo y durante la República había sido alcalde de Padul, el primer alcalde socialista. Tanto en su vida privada, en su militancia política, como al frente del Ayuntamiento, había dado sobradas muestras de generosidad y de compromiso con los más desfavorecidos de la sociedad. Algunas personas mayores aún me hablan de él con una mezcla de admiración y respeto, recordándole rodeado de niños y mujeres bajo el “árbol de la Miranda” (una gran acacia situada en la puerta de la casa de su hija) leyendo novelas o enseñando a leer a los críos más curiosos, a mujeres o quien se lo pedía.
Su forma de ser y de estar en el mundo, su deseo de una sociedad más justa, igualitaria y solidaria, su valentía para enfrentarse a la derecha, lo habían colocado tanto a él, como el resto de miembros de la Agrupación Socialista local, en el punto de mira de esa derecha, que agrupada en el Centro Agrario, no se dio tregua en su empeño de acabar con todos aquellos que ponían en peligro una forma de vida y unos privilegios que no estaban dispuestos a perder. Y utilizaron todos los medios a su alcance, desde manipular resultados en las urnas, agresiones a votantes socialistas, impedir la celebración de mítines como el que se tuvo que suspenderse al ser recibido a tiros D. Fernando de los Ríos, hasta culminar con el asesinato, la cárcel o el exilio de la mayoría de socialistas locales.
La tragedia familiar había comenzado cuatro meses antes del asesinato de mi bisabuelo, cuando su hijo (mi abuelo) que era el Presidente de la Agrupación Socialista y de la Sociedad Obrera “La Alianza”, y que había sido concejal del Ayuntamiento, fue detenido, encarcelado y fusilado el día 7 de Agosto, en las tapias del Cementerio de Granada, pocos días después del golpe de Estado contra la República. Cuando mi bisabuelo hizo el estremecedor relato de la detención y asesinato para que, como el mismo dejo escrito, “la familia nunca lo olvidara” quizás no sospechaba que él mismo y parte de la familia serian víctimas del fanatismo, la intolerancia, el rencor y la sinrazón que se apoderó de aquellos primeros meses tras el golpe de Estado y que sumió al país durante 40 años en la más trágica y negra etapa de la historia reciente.
Los hechos que acabaron con su vida y la de tres mujeres de la familia comenzaron cuando las fuerzas golpistas, que habían ocupado el pueblo de Salar, se dirigieron a la vivienda familiar, de la que estaba ausente su hijo Francisco y sus dos nietos, para proceder a la detención de la familia, acusada de incitar a un soldado oriundo de Padul y conocido de mi bisabuelo a pasarse al Ejército Republicano. Desde ese momento la vivienda sufrió varios registros y quedó bajo vigilancia permanente de un escuadrón de Falange. Mi tía Pura aconsejada por el juez municipal, acudió ante la autoridad militar que se negó a recibirla, al parecer ya tenían tomada la decisión sobre el destino de la familia.
Esa detención le costó la vida a Pura, maestra del pueblo desde hacía 26 años, y dejó malherida a su hermana Enriqueta, circunstancia que no impidió que la colocaran sobre un colchón, tal como había indicado el médico al que habían avisado no para que la atendiera de las heridas, sino para que informara de su estado e indicara la manera de trasladarla. A Enriqueta malherida, a mi bisabuelo anciano y enfermo y a Concha la otra hermana, los condujeron en un camión hasta Loja en cuyo cementerio fueron fusilados al amanecer del día siguiente, a Enriqueta recostada sobre el colchón ya que las heridas que sufría le impedían mantenerse erguida. Mientras el cadáver de mi tía Pura permanecía en el depósito de cadáveres del cementerio de Salar sin que nadie decidiera que hacer con él, (sería el sepulturero local quien tomó la decisión de enterrarla junto a la tapia cuando ya no era posible prolongar la espera) los gerifaltes de Falange, el comandante del puesto de la Guardia Civil acompañados por vecinos del pueblo, desvalijaron la vivienda llevándose cuanto encontraron, mobiliario, enseres, menaje, lencería, cuadros …… llegando en su afán de rapiña a levantar las losetas de parte de la vivienda buscando joyas y dinero. Búsqueda infructuosa ya que Pura, sospechando que algo muy grave podía ocurrir a la familia, las había enterrado en una caja bajo una parra del huerto de la casa.
Parte del mobiliario fue destinado para “adecentar el local de Falange” según consta en un documento incorporado al proceso seguido en los años 40 contra el Comandante del puesto de la Guardia Civil de Salar, Manuel Pérez Vázquez responsable de estos y otros hechos similares y condenado, no por los asesinatos, sino por los robos y saqueos a los que sometió a varias familias del pueblo. Sólo muchos años después, tras el paso por varios frentes de batalla, cárceles y campos de trabajo, mi tío abuelo y sus hijos conocieron el verdadero alcance de la tragedia familiar y pudieron recuperar una ínfima parte de los bienes usurpados.
Mi familia, por su lealtad a la República, su compromiso con la sociedad, su independencia, su generosidad y su valentía frente a la derecha, se habían convertido en objetivos prioritarios a eliminar, y los golpistas lo consiguieron valiéndose de cualquier medio, trama o individuo sanguinario como el sargento Manuel Pérez Vázquez responsable de su asesinato. Hoy 80 años después la familia conocemos parte de lo ocurrido. Pero aún seguimos, al igual que miles de familias, sin conocer los hechos en su totalidad, seguimos esperando que se anulen procesos y condenas esperando que se abran fosas. Cuarenta años después de la muerte del dictador, seguimos siendo los olvidados de este país. Seguimos sin saber dónde están sus restos, seguimos sin poder recuperarlos para darles sepultura y cerrar definitivamente unas heridas que se siguen transmitiendo de generación en generación. Mientras tanto recordaré año tras año el asesinato de mis familiares, para impedir que se borren de la historia, para seguir honrando su memoria.
En memoria de Enriqueta, mujer joven alegre y vital que por aquellos días preparaba su boda con un maestro también asesinado.
En memoria de Concha, mujer discreta, que dedicó toda su vida a cuidar y hacer feliz a su familia.
En memoria de Pura, mujer independiente, inteligente, trabajadora (premiada por un proyecto educativo) convencida de que sólo la educación podía cambiar el mundo. Fue una de esas maestras de la República que tanto hicieron por la modernización del país.
En memoria de mi bisabuelo un hombre bueno, generoso, valiente y comprometido con la sociedad y que no dudó, pese a sus años y a su enfermedad en desplazarse desde Padul a Salar para proteger a la familia en ausencia de su hijo de la vivienda familiar.
En memoria de todos los desaparecidos, de sus familiares que se fueron de este mundo sin poder enterrar a sus muertos, para todos ellos, ¡¡¡ Verdad, Justicia y Reparación!!!
Y como dice Marisa Peña en su magnífico poema dedicado a nuestros muertos:
“Mientras me quede voz
Hablare de mis muertos”…

miércoles, 18 de enero de 2017

Fianza récord para Eduardo Inda y otros periodistas de 'El Mundo' por dar informaciones no contrastadas del 'caso Cuadrifolio'

La Justicia abre juicio oral a los periodistas Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta, Santiago González y el entonces director del periódico Casimiro García Abadillo por los delitos de calumnias e injurias. Impone una fianza de un millón de euros para los autores de los artículos y otro millón como responsabilidad civil para el periódico.

Fianzas récord de dos millones de euros. La titular del juzgado de instrucción número 7 de Madrid ha abierto juicio oral contra los periodistas Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta, Santiago González y el entonces director del periódico, Casimiro García Abadillo, a quienes les ha impuesto una fianza solidaria de un millón de euros, así como  de otro millón de euros para el periódico, para hacer frente al daño causado a la empresa "Cuadrifolio" a la que este diario acusó de haber creado una supuesta Gürtel socialista sin pruebas, después de que estallara el escándalo de corrupción en el entorno del PP del mismo nombre.

Según ha adelantado este martes el diario.es, los cuatro periodistas se sentarán en el banquillo por los delitos continuados de calumnia y de injurias graves, ambos con publicidad, por la serie de artículos que publicaron en el diario El Mundo sobre el 'caso Cuadrifolio' en 2014 "de forma no contrastada". El rotativo está considerado como responsable civil subsidiario.

El auto de apertura del juicio oral ha sido dictado por la magistrada Susana Trujillano y es firme. La instructora fija un millón de euros a depositar de manera solidaria para los cuatro periodistas con el fin de hacer frente al daño causado, que serán embargados si no entregan esta cantidad en la cuenta de consignaciones del juzgado. Además, eleva a otro millón de euros de fianza para El Mundo como responsable civil subsidiario en el caso de que el caso termine en condena.

La empresa Cuadrifolio, que llegó a tener un centenar de empleados, acabó cerrando tras la publicación de estos artículos y después de que las empresas y administraciones públicas cesaron de contratar con ella, según sostiene la acusación particular. La fianza fijada coincide con la petición de indemnización por parte de los perjudicados que cifran en un millón de euros los daños y perjuicios sufridos. 

La Fiscalía no vio delito

Los artículos, publicados en El Mundo en mayo de 2014, acusaban a José María Barreda, presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, de inflar contratos para que la empresa Cuadrifolio realizara los actos electorales del PSOE "sin cobrarles nada". La Junta "pagaba por los eventos hasta diez veces el valor de coste real", según aseguró el periódico el 4 de mayo de aquel año.

En otro artículo, los periodistas tildaron a dicha compañía como la "nueva Filesa del PSOE", a la que acusaron de participar en concursos amañados a posteriori o de hacer regalos a altos cargos y líderes socialistas, como cuadros, mágnum de Vega Sicilia, mariscadas, bolsos, plumas o gemelos de lujo.

La Fiscalía abrió una investigación contra Cuadrifolio y sus contratos a raiz de estas publicaciones, que quedó archivada porque no encontró delito alguno.

La magistrada Trujillano abre juicio oral contra los cuatro periodistas porque no consta que comprobaran sus informaciones de forma diligente, por lo que considera que pudieron cometer los delitos de calumnia e injurias continuados con publicidad.

Noticia "no contrastada e infundada"

La instructora ha concluido que en los artículos se atribuía "de forma no contrastada e infundada" delitos a Cuadrifolio y sus accionistas. Por ejemplo, que se troceaba el importe total en facturas de menos de 12.000 euros para sortear la legislación.

El serial de artículos arrastró a la empresa, según sostiene la acusación particular. "Me cayeron los contratos que teníamos apalabrados con empresas privadas el mismo día que publicaron el primer artículo", recuerda a Público Manuel Téllez uno de los cuatro socios de Cuadrifolio.

"En la investigación ha quedado probado que no regalábamos nada, que ganábamos los concursos, o los perdiamos, sin amaños, no pagábamos mariscadas... y nos han arruinado. Esa es la historia. Jamás nos llamaron para contrastar", explica Téllez quien fue calificado de "jefe de la Gürtel del PSOE" al ser propietario del 37% de aquella compañía.

Respecto a los supuestos regalos -artículo publicado el 6 de mayo de 2014- en el auto de transformación en procedimiento abreviado la jueza concluyó que "no consta que tales informaciones fueran comprobadas de forma diligente"y se basaron en una hoja excell de supuesta agenda del Sr. Téllez, el único testigo de los periodistas firmantes del artÍculo, D. Jesús Sánchez Yañez ha declarado en sede judicial que llevó algún paquete de regalo al Sr. [José] Bono, cuyo contenido no vio y que le dijeron que era "cuadro tema religioso".

La magistrada sienta en el banquillo, además, al periodista Santiago González porque en su columna titulada"Mañas Universales" estableció una "clara identificación Cuadrifolio= Gürtel del PSOE: corrupción , con referencia al personaje mafioso Michael Corleone ( o identificación del mismo con Manuel Tellez que define a[ principio del artículo como "fundador y cabeza de Cuadrifolio").

Además, El Mundo, dirigido en esas fechas por García Abadillo, publicó un editorial en el que asumió como propio el contenido de los artículos y aseguró que existía "un operativo diseñado para adjudicar contratos por Castilla-La Mancha de forma irregular durante los años en que José María Barreda gobemó esta comunidad" y "enseñaba a su proveedor -Cuadrifolio- a burlar los controles legales. . .. Acuerdos bajo mano, facturas manipuladas, fabricación de presupuestos falsos, fraccionamiento pactado de recibos para no sobrepasar el top de 12.000 euros". 

La empresa Cuadrifolio comenzó a operar en el año 1985 y se especializó en la organización de actos, congresos y exposiciones -como Las Edades del Hombre-, así como campañas electorales. Entró en concurso de acreedores en el año 2014 y terminó en quiebra.

sábado, 14 de enero de 2017

De Tomelloso a Mauthausen

Asesinado tras ser capturado por el Tercer Reich mientras combatía el fascismo en Francia durante su exilio, Fernando Ugena López fue un cartero tomellosero que ingresó como voluntario en las filas del ejército republicano durante la Guerra Civil.

Presos españoles en Mauthausen
Tomelloso es un pueblo joven, dinámico, trabajador… y sin Historia. Posiblemente por lo anterior, este municipio situado en la provincia de Ciudad Real, desde su origen, sólo fue futuro. Un pedregal difícil de trabajar, arisco, en el que era difícil arañar el sustento. Por eso Tomelloso tiene su empuje en el siglo XIX, con la introducción del cultivo de la vid y el desarrollo de la industria alcoholera. La historia de Tomelloso se capta con un golpe de vista, breve, de distancias cortas. No hay, por poner un ejemplo, una tradición hidalga que nos dejara sus palacios para aprovecharlos hoy como atractivo turístico. Sólo chimeneas, cuevas y bombos. Instrumentos de trabajo.
No tener Historia, sin embargo, tiene sus ventajas. Quizás, la primera, que posibilita ese mirar al futuro sin ataduras que ha hecho de Tomelloso, una población moderna en sentido estricto. Tomelloso es progreso lineal sin paradas. Racionalidad técnica aplicada al campo y a la vid. Un continuo mirar hacia adelante… con algunas excepciones. Y es que al volver la vista atrás sin estar acostumbrados, las figuras que divisamos se nos muestran torcidas. Eso si aparecen. Porque la memoria es caprichosa y deforma los contornos. Es necesario el olvido para delinearla, silencios que probablemente nacieran de lo que fueron gritos y sollozos, y que casi siempre fueron tapados con un manto de vergüenza.
Quien fuera alcalde de Tomelloso allá por el mes de octubre de 1941, don Abelardo Contento, firmaba un informe sobre la actividad política de un vecino de Tomelloso, Fernando Ugena López. Dicho documento formaba parte del expediente de depuración político-social al que este vecino estaba siendo sometido. Fernando había sido cartero en Tomelloso, y por lo que el alcalde franquista escribió de su puño y letra, era “de ideología marxista, siendo su actuación político-social malísima, la actitud observada en relación al Movimiento Nacional, era extremista sin precedentes; hizo mucha propaganda roja y en filas alcanzó el grado de Comandante”.
Y es que Fernando se había destacado activamente en política en los años treinta. Miembro desde 1931 del PSOE, formó parte activa en las conferencias políticas que tenían lugar en la Casa del Pueblo que la UGT tenía en la localidad. Debió ser en aquellas reuniones donde se impregnó de esa cultura política que le hizo partir, como muchos de sus vecinos, voluntario al frente de batalla en el momento en el que aquel golpe de Estado fracasado contra la República se transformó en guerra abierta.
Era julio de 1936, y como nos indica el informe redactado por el Servicio que en Tomelloso tenía la Falange, “al iniciarse el Glorioso Movimiento pasó a militar a las filas del partido comunista, siendo gran alentador de las masas rojas, siguiendo las mismas actividades propagandistas que anteriormente se mencionan. Meses después se marchó voluntario al Ejército rojo, donde por actuación alcanzó la graduación de Comandante del mencionado ejército. Desconociéndose por la presente su paradero”.
EL CAMINO A MAUTHAUSEN
Hoy sí sabemos cuál fue su paradero. Activo militar durante la Guerra Civil, Fernando estuvo al mando de varias Brigadas Mixtas. Concretamente la 203 y la 137. Con ellas, Fernando combatió en frentes como el de Levante, o el de Noguera Pallaresa, ya en Cataluña, desde el que, con los últimos coletazos de la contienda, fue replegándose hacia la frontera francesa. La historia es de sobra conocida: la República había perdido la guerra, el “Glorioso Movimiento”, apoyado por las potencias fascistas europeas, había conseguido acabar con la experiencia democrática republicana, y para Fernando, como para tantos otros que habían defendido aquella República, la única salida que no significaba una muerte segura era la de cruzar la frontera hacia Francia. Se había perdido una guerra, debieron pensar aquellos derrotados, pero pronto tendrían posibilidad de volver a luchar contra el fascismo, esta vez en tierras francesas. Al fin y al cabo, pensarían, se trataba de seguir luchando contra los mismos contra los que lo habían hecho en España.
Y así fue. Fernando cruzó la frontera y comenzó a colaborar con el ejército francés. Era evidente que más pronto que tarde la guerra comenzaría en Europa, y muchos españoles que habían combatido en España no tardaron en unirse a las Compañías de Trabajadores Extranjeros en las que el ejército francés ocupaba a los exiliados españoles. En poco tiempo vieron confirmadas sus predicciones: en el mes de mayo de 1940 el ejército alemán se lanzó a conquistar Francia. Sin embargo, la batalla en esta ocasión fue corta para Fernando: si el 10 de mayo comenzó la ofensiva alemana, el 21 del mismo mes fue capturado por el ejército del Tercer Reich en los alrededores de Amiens. Once días había durado la guerra para el tomellosero que, junto a otro pequeño grupo de republicanos españoles, fue trasladado a un campo para prisioneros en Moosburg. Para él había terminado la guerra. Ahora empezaba la condena.
Cuentan los que lo vivieron que aquel agosto de 1940 fue especialmente caluroso. Bajo aquel sol, prisionero en aquel campo cercano a Múnich, Fernando debió maldecir su suerte: había perdido dos guerras, había tenido que huir de su país, y quién sabe si alguna vez podría volver a su pueblo y abrazar a su mujer. Es verdad que estaba vivo, y, en el fondo, y a diferencia de tantos otros compañeros que habían caído en la batalla, él, quizás, si su suerte cambiaba, podría volver a Tomelloso. Es posible que Fernando albergara esta esperanza aquel día de primeros de agosto cuando, junto con otros españoles, le subieron a un tren de mercancías y los sacaron de allí. Ninguno sabía a ciencia cierta adónde los llevaban. Hacinados en el tren, de pie, sin espacio apenas para respirar, la escasa luz que las rendijas de la madera dejaban pasar del exterior no les permitía adivinar hacia dónde se dirigían.
Tras algo menos de 300 kilómetros de viaje el tren se detuvo. Al abrir las puertas vieron que los SS les esperaban, y entre golpes e insultos les fueron bajando del vagón. No había cambiado la suerte para Fernando, más bien al contrario: frente a ellos se alzaban las puertas del campo de concentración de Mauthausen. Fueron los primeros españoles que tuvieron el macabro honor de cruzarlas. Era un seis de agosto de 1940, y Fernando Ugena López dejaba de ser tal, para convertirse en “3256”, su número de prisionero en aquel campo, y que, a partir de entonces, en el proceso de deshumanización sistematizado al que eran sometidos los reclusos, le identificaría.
Ubicado a unos 20 kilómetros de Linz y cercano al Danubio, el campo de concentración de Mauthausen cumplía a la perfección el objetivo para el que había sido concebido. Y este no era otro que el exterminio mediante el trabajo. Todo giraba en torno a este fin. Desde el trabajo en la cantera hasta la misma dieta que, perfectamente calculada desde Berlín, era insuficiente para soportar las trece horas de trabajos forzados que los reclusos debían cumplir a diario.
Berlín había establecido la cantidad de 2.300 calorías diarias por preso, poco más de la mitad de las necesarias para hacer frente al extenuante trabajo. En Mauthausen aún se redujeron a menos de 1.500 calorías: café, que no era café, sino un líquido negruzco hervido; un litro de sopa aguada al mediodía, en el que con suerte podrían encontrar un trozo de nabo o de patata; y un pedazo de margarina con salchichón y un trozo de pan cuadrado que tenían que repartir entre varios al terminar la jornada. Siempre lo mismo. El hambre, cuentan los supervivientes, la falta de alimentos, fue el peor martirio sufrido por los deportados.
LA "CANTERA DE LA MUERTE"
Es tristemente famosa la cantera a la que los reclusos de Mauthausen eran enviados a trabajar. Situada a menos de un kilómetro de la puerta principal del campo, la Wiener Graben fue una de las canteras más rentables para el Tercer Reich. De ella se extrajo gran parte del granito destinado a construir el nuevo Berlín tal cual lo había imaginado Albert Speer para colmar los deseos de Hitler, y de ella se extrajo también el granito que sirvió para terminar de construir el campo en aquellos primeros días de agosto.
Los meses que Fernando estuvo en Mauthausen fueron especialmente duros para trabajar en aquel lugar. El calor de las primeras semanas provocaba insolaciones a los deportados, deformando sus cabezas hasta el punto de dejarlos irreconocibles. Luego, en invierno, el hielo cubría los 186 peldaños que componían la conocida como “escalera de la muerte” que daba acceso a la cantera. En aquellas condiciones, las chancletas con suela de madera que calzaban los presos dificultaban mantener el equilibrio, y muchos morían aplastados por los bloques de granito de hasta 50 kilos que estaban obligados a transportar. Cuando el peso de la piedra no lo hacía, eran los oficiales alemanes quienes, por diversión, pataleaban a los prisioneros para hacerles caer en cadena.
Fernando presenciaría y sufriría ese proceso con aún más intensidad si cabe, pues fue sólo a partir de enero de 1941 que los deportados debían subir las escaleras de la cantera transportando bloques de piedra una vez al día, al finalizar la jornada; desde agosto de 1940 hasta diciembre del mismo año, los prisioneros tenían que escalar los peldaños entre diez y doce veces al día. Tales eran las condiciones que gran número de presos optaban por suicidarse arrojándose al vallado eléctrico que rodeaba la cantera para morir electrocutados.
Un lugar menos conocido que Mauthausen fue el subcampo de Gusen, ubicado a cinco kilómetros del campo central. Construido en 1939, los españoles no tuvieron noticias del mismo hasta enero de 1941, cuando los SS realizaron una primera selección entre los prisioneros que serían enviados allí. Normalmente eran enfermos, débiles, o simplemente agotados y destrozados por un trabajo que no podían volver a realizar, quienes eran seleccionados para el traslado. En este subcampo, los procesos de aniquilación eran aún más letales que los que realizaban en Mauthausen. Los prisioneros eran depositados en barracas rodeadas de alambradas, donde la ración de comida se reducía a la mitad, condenando a los presos a la muerte por inanición. Si esta no se producía, los SS eliminaban a los deportados de forma más rápida mediante una inyección de gasolina en el corazón.
Y es aquí donde Fernando acabó sus días. No sabemos con exactitud de qué modo fue asesinado o hasta qué punto sufrió las vejaciones de los SS. El único dato cierto que nos queda de él es la fecha y el lugar de su muerte, consignada por los oficiales alemanes como un mero trámite burocrático: Gusen, 21 de marzo de 1941
HUMILLADO TRAS LA MUERTE
En España el proceso de depuración político-social aplicado a Fernando seguía adelante. El 12 de diciembre de 1941 se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real un edicto en el que se requería la presencia de Fernando. Evidentemente, no se presentó. Como consecuencia, el juez instructor, Sr. Estévez Ortega, publicó una providencia con fecha de 15 de enero de 1942, en la que podía leerse que “De los informes recibidos consta su marcada actuación y significación marxista sin que por otra parte hubiese presentado ni declaración jurada ni dato alguno que pudiese desvirtuar los cargos que contra el mismo aparecen”.
Entendía así el Juez Especial que Fernando, al no acudir a su requerimiento, renunciaba “voluntariamente” a seguir perteneciendo al cuerpo de funcionarios de carteros urbanos. Pocos días después, el 19 de enero de 1942, se le impuso la condena: “sanción máxima de separación definitiva del servicio”. La burocracia española había concluido su trabajo. En Mauthausen asesinaron a Fernando; aquí “sólo” le humillaron.
NO FUE EL ÚNICO
Fernando Ugena López no fue el único tomellosero deportado a un campo de concentración nazi. Valentín Espinosa Giménez, muerto en Gusen el 18 de julio de 1941, o Abdón Alonso Casas, quien fue deportado al campo de concentración de Dachau, siendo en este caso liberado en mayo de 1945, le acompañaron en su triste destino.
Con ellos, otros 9.328 españoles engrosan la odiosa lista de españoles enviados a campos de concentración alemanes con la aquiescencia del régimen franquista. Aquí, en España, los represaliados se cuentan por cientos de miles. También los hay en Tomelloso. Muertos, exterminados, humillados, y, finalmente, olvidados. El olvido con el que hemos construido una memoria llena de silencios vergonzantes. Y esta vergüenza es nuestra. Una vergüenza que se mide en la propia incapacidad de tan siquiera imaginarnos ofreciéndoles el homenaje que se merecen. La Memoria que se merecen.
⃰ Todos los datos contenidos en el texto han sido obtenidos de documentos oficiales y de testimonios de los escasos supervivientes.

viernes, 6 de enero de 2017

Muere José Alcubierre, el niño prisionero de Mauthausen

El deportado barcelonés falleció este jueves en la localidad francesa de Angulema a los 90 años de edad. Permaneció cerca de cinco años en el campo de concentración nazi de Mauthausen en el que asesinaron a su padre. El pasado año se le otorgó la Legión de Honor francesa, pero nunca recibió el reconocimiento del Estado español.

Un convoy de 22 españoles acabó en Mauthausen porque Buchenwald no era lo bastante duro. Si los españoles terminaron en Mauthausen fue gracias al cuñadísimo Serrano Suñer.

Una de las primeras cosas que hacía José Alcubierre cuando alguien le preguntaba por su terrible pasado era desabrocharse el botón del cuello de la camisa. Sus arrugadas pero firmes manos buceaban bajo su barbilla hasta dejar al descubierto una fina cadena de la que pendía un pequeño triángulo dorado: “Lo llevo siempre colgado del cuello —decía con la voz quebrada por la emoción—. Tiene grabados dos números: el 4.218, el número de prisionero que mi padre tenía en Mauthausen, y el 4100 que era el mío”.
Miguel Alcubierre fue asesinado por los nazis en marzo de 1941; su hijo José pasó cerca de cinco años encerrado entre las alambradas de ese siniestro campo de concentración alemán. Consiguió sobrevivir, pero durante el resto de su larga vida siempre arrastró un intenso dolor por todo lo que vio y sufrió; y muy especialmente por no haber podido hacer nada para salvar a Miguel. Este jueves, en el mismo momento en que comenzaba la noche más mágica del año, José falleció en la localidad francesa de Angulema y pudo, por fin, seguir los pasos de su padre.

Deportado a un campo nazi con 14 años

Nacido en Barcelona en el seno de una familia republicana, José Alcubierre solo tenía 10 años cuando se produjo la sublevación fascista. Durante la guerra perdió a uno de sus hermanos en el frente de Aragón, al tiempo que otro de ellos ocupaba un puesto de responsabilidad en la Generalitat de Cataluña.
En febrero de 1939, ante el ya imparable avance de las tropas franquistas, José y sus padres huyeron a Francia. Allí fueron recluidos primero en el campo de refugiados de La Combe Aux Loups y, finalmente, en Les Alliers, un recinto situado junto a la localidad de Angulema. Fue en este lugar donde les sorprendió la invasión alemana y en el que comenzó su viaje hacia el infierno.
El 20 de agosto de 1940, los soldados nazis obligaron a los habitantes del campo a subir a los vagones de ganado de un tren que les condujo hasta Mauthausen. “No sabíamos adónde nos llevaban —relataba Alcubierre—. Algunos decían que a Noruega, otros a Alemania... Hoy día lo puedo decir: si hubiésemos sabido lo que íbamos a sufrir, muchos nos habríamos tirado del tren o hubiéramos intentado escapar. Lamentablemente no lo sabíamos y no lo hicimos”.
Después de cuatro interminables días, el convoy cargado con 927 españoles se detuvo en la estación de un pequeño pueblo austriaco llamado Mauthausen. Las mujeres y los niños menores de 13 años permanecieron en el tren, mientras los SS obligaban a bajar al resto de los pasajeros. Entre ellos estaba José Alcubierre y su padre Miguel: “Empezaron las mujeres a chillar: ¡Mi marido! ¡Mi hijo! Aún parece que estoy oyendo los gritos de las mujeres, entre ellas mi madre”, recordaba, con lágrimas en los ojos, 75 años después de aquel dramático momento.
Españoles en Mauthausen
Padre e hijo pasaron juntos sus cinco primeros meses de cautiverio. A sus 14 años, José tuvo que afrontar una doble tortura: la que padecía en sus propias carnes y la que le provocaba contemplar las penurias y los malos tratos que sufría Miguel: “Yo tenía una admiración especial por mi padre. Esos meses junto a él fueron los más duros, moralmente fueron los peores. Yo le veía cada día subir de la cantera agotado, con la edad que tenía... Y cuando llovía le veía empapado, calado hasta los huesos…”.
José recordaba con especial angustia el día en que el hambre le empujó a hacer algo de lo que se arrepentiría el resto de su vida: “Una mañana viene mi padre y me da un pañuelo en el que estaba envuelto un pedacito de pan. Yo le dije: «Papá, ¿no has comido tu pan?»; y me dijo: «Cómetelo tú y ya está bien». Traté de replicarle pero insistió: «¡Cómetelo!». Yo no sé si por obedecer o porque tenía hambre me comí su pan. Yo, su hijo, me comí su pan”.

Héroe olvidado por su patria

El 24 de enero de 1941 Miguel Alcubierre fue seleccionado por los SS para ir a Gusen, un subcampo situado a cinco kilómetros que acabaría siendo conocido como El Matadero: “Me tiré a él. Nos agarramos los dos, nos estrechamos muy fuerte. Y cuando vi que dos SS venían a por mí, me dijo: «Cuídate mucho, mi hijo». Yo le contesté: «¡No! ¡Cuídate tú papá!» Y se marchó, lo vi marchar... se acabó. Y nunca más vi a mi padre”.
Los héroes que robaron las fotografías de los SS; entre ellos Francesc Boix (en el centro) y Alcubierre (al fondo a la derecha)
Solo dos meses después, Miguel fue apaleado hasta la muerte. José tuvo la suerte de su lado y, sobre todo, la fortaleza que le daba su juventud. Los años pasaron y se cobraron la vida de cerca de 5.000 españoles solo en Mauthausen. En los momentos finales de la guerra, el joven Alcubierre participó en una operación secreta, liderada por el prisionero catalán Francesc Boix, para sacar del campo las fotografías que probaban los crímenes cometidos por los SS. Jesús Grau, Jacinto Cortés y José Alcubierre, tres deportados españoles, se jugaron la vida para poner a buen recaudo decenas de negativos y copias. Tras la guerra, esas fotografías serían exhibidas en Núremberg, durante el juicio a que fueron sometidos los principales dirigentes del III Reich.
Tras la liberación, José regresó al lugar en que comenzó su pesadilla: Angulema. Allí rehízo su vida, se casó y formó una gran familia. Durante siete décadas recibió diversos reconocimientos y reparaciones por parte de Francia y Alemania. El último de ellos fue, a la vez, el más importante: en marzo del pasado año fue declarado Caballero de la Legión de Honor francesa. Un título que recibió con una sensación agridulce, porque ponía aún más en evidencia el olvido al que le había sometido su patria. España le ignoró a él, a su padre y los más de 9.300 españoles y españolas deportados a los campos nazis. Hombres y mujeres que son considerados héroes en toda Europa y que permanecen enterrados en nuestro país bajo un manto de desmemoria. Si algún día se corrige esta manifiesta injusticia, puede que no haya ni un solo superviviente para disfrutarlo. Ayer, después de 70 años, José Alcubierre se cansó de esperar el reconocimiento de su querida España.