viernes, 29 de diciembre de 2017

Cuidado con tomarse a broma la cuestión de Tabarnia

Los conflictos más enconados son los provocados por una independencia dentro de otra independencia, desde Irlanda del Norte hasta la antigua URSS pasando por los Balcanes

La llamada Ley de Claridad del Tribunal Supremo de Canadá estableció en 2000 las condiciones que deberían darse para cualquier futuro referéndum independentista —la provincia de mayoría francófona de Quebec había celebrado dos—. Una posible consulta debe ser autorizada por el Parlamento de todo el país, no sólo de la provincia que vota; la pregunta tiene que ser clara y responderse con un sí o un no y tiene que alcanzarse una participación significativa y una mayoría suficiente (no sirve un ajustado 50,1% pelado, ni tampoco en caso de un importante nivel de abstención).

Durante la negociación de esa Ley de Claridad se puso de manifiesto el principal problema, la opción de que todas aquellas regiones dentro de la provincia que se independiza que no se estuviesen de acuerdo con esa decisión podrían celebrar, a su vez, sus propios referendos, garantizando en todo caso que "cualquier modificación de fronteras de la provincia, los derechos, los intereses y las reivindicaciones territoriales de los pueblos autóctonos de Canadá y la protección de los derechos de las minorías". En definitiva, los derechos de quienes no desean la independencia, los derechos de los expulsados de su país en contra de su voluntad.

Ese juego de muñecas rusas de independencias dentro de independencias tiene sentido porque, de hecho, ha ocurrido. Por ese motivo ha tenido un impacto tan fuerte la idea de Tabarnia, una unión ficticia de las zonas de Cataluña donde la independencia es una opción minoritaria. Bastantes políticos, y hasta la Real Academia Española, han decidido tomarse en serio lo que había comenzado como una broma. La historia reciente de Europa nos demuestra que Tabarnia existe, que es un problema que se encuentra en el corazón de los conflictos más graves que ha vivido el continente en las últimas décadas.

La disolución de la URSS nos ofrece numerosos ejemplos de tabarnias: antiguas repúblicas soviéticas con minorías que decidieron crear sus propios países cuando se produjo la independencia. Ocurrió en Nagorno Karabaj (república armenia en Azerbaiyán) o en Transnistria (república de mayoría rusa en Moldavia). Un cuarto de siglo después de la disolución de la Unión Soviética, se trata de conflictos que todavía no están cerrados. En Ucrania, la línea del frente actual también separa las regiones de mayoría rusa del resto del país.

Es cierto que todas las comparaciones esconden trampas, que el desafío independentista catalán es una situación insólita dentro de la UE y que en España no existen líneas étnicas o religiosas como las que recorren el antiguo espacio soviético, aunque es indudable que el desafío independentista ha creado una profunda fractura en la sociedad catalana. Pero también es verdad que todas las independencias que no cuentan con la unanimidad, o que dejan fuera a una parte importante de la población, plantean este problema. ¿Qué ocurre cuando existe un territorio claramente homogéneo que no quiere estar en el nuevo país? Los Balcanes ofrecen dos ejemplos claros.

La guerra de Bosnia se frenó gracias a los acuerdos de Dayton, firmados en noviembre de 1995, que dividían un mismo país en dos entidades, la República Srpska (Serbia) y la Federación Croata Musulmana. Los territorios habían sido trazados por la limpieza étnica, pero la condición de la comunidad internacional fue que de ninguna manera esas entidades podían unirse a otro país (una cláusula dirigida fundamentalmente a Serbia). Sin embargo, las tensiones son crecientes. La República Srpska planea celebrar, en contra de las autoridades de Sarajevo, su Día Nacional el 9 de enero, y ha amenazado con convocar un referéndum de independencia para unirse a Serbia, una iniciativa condenada por la comunidad internacional.

En Kosovo, la situación es incluso peor. Cuando está antigua provincia serbia con un 90% de población albanesa comenzó su camino hacia la independencia, el 10% de serbios simplemente se negaron a admitirlo. Y crearon su propia Tabarnia: todo el territorio al norte del río Íbar está fuera del control de las autoridades kosovares. En la frontera, no política, ni reconocida, pero real, los ciudadanos se paran y cambian las matrículas: nadie quiere circular con una placa serbia por el resto de Kosovo, ni con una matrícula kosovar por aquel territorio que, ahora mismo, está unido de facto a Serbia. La declaración de independencia en 2008 no arregló las cosas, más bien las empeoró, por muchas garantías que las autoridades de Prístina hayan dado a los serbios.

Si nos remontamos un poco más en el tiempo, nos encontramos con el caso de Irlanda. El Reino Unido decretó en 1921 el Acta de Gobierno de Irlanda. Creó así el norte, que reunía a los seis condados de mayoría de protestante del Ulster, y el sur, con los 26 condados de mayoría católica del resto del país. Fue lo que se llamó la partición. Cuando Irlanda se independiza totalmente en 1949, Irlanda del Norte se queda como una de las naciones que constituyen el Reino Unido. Pero, a su vez, en esta región existe una minoría católica, cuyo deseo es integrarse en Irlanda (de hecho, el Ulster tiene nueve condados en total, tres de ellos católicos). El conflicto armado se prolongó hasta los Acuerdos de Viernes Santo, de 1998. El problema, eso sí, sigue abierto y mucho más con el Brexit.

España no es los Balcanes, ni la antigua URSS, ni Irlanda del Norte ni nada parecido... pero las independencias dentro de las independencias son una constante en la historia de Europa. Tabarnia es una ironía muy certera: la creación de una nueva frontera suele traer problemas... y más fronteras.


Fuente: Guillermo Altares

El turismo internacional suma dos meses de caídas en Catalunya

La llegada de turistas internacionales suma dos meses en negativo en Catalunya. En noviembre, el número de visitantes extranjeros en el mercado catalán cayó un 2,3%, cifra que suaviza la caída del 4,7% producida en septiembre pero que añade cierto alarmismo entre el sector turístico, estratégico en Catalunya ya que supone el 14% del empleo y el 12% del PIB.

Las cifras del mercado catalán contrastan con la llegada de turistas extranjeros al mercado español, que en el mes de noviembre ya superó el récord absoluto de visitantes registrado en el 2016. En noviembre, las llegadas de turistas foráneos a destinos españoles se incrementó un 7,4% hasta los 4,4 millones de personas y acumula ya 77,8 millones entre enero y noviembre, un 9,1% más, según los datos de Frontur publicados por el INE. La cifra supera con creces el récord del año pasado, que cerró con 75,3 millones de visitantes y apunta a que España cerrará el año con más de 80 millones de visitantes internacionales, lo que podría impulsarlo como primer destino turístico mundial, por delante de Francia y EE.UU.

La secretaria de Estado de Turismo, Matilde Asian, señaló a Efe que la caída registrada en Catalunya “se ha compensado” con las reservas ya consolidadas y los destinos de sol y playa, y la relacionó directamente con la “inestabilidad política” en la región. A pesar de esta compensación, la caída de turistas sí lastra las cifras del mercado español, que sin contar con los datos de Catalunya incrementó el número de visitantes un 10,6%.

En contraste con la caída de visitantes en Catalunya, destinos como la Comunidad Valenciana o Madrid registraron un fuerte impulso en noviembre. La llegada de extranjeros a Madrid aumentó un 17,4% hasta las 534.273 personas, mientras que los visitantes a destinos valencianos se incrementaron un 19,5% hasta los 451.753. Por su parte, Canarias se situó como primer destino español en noviembre, con 1,2 millones de personas, un 6,7% más que en noviembre del año pasado.

Con las últimas cifras, Catalunya pierde 2,3 puntos de cuota de mercado respecto al año pasado y se sitúa en el 22,4% como segundo destino tras Canarias, que acumuló un 28,2% del mercado español. Prácticamente todas las comunidades aumentan un punto su parte del pastel en detrimento de Catalunya, según los datos de Frontur.

En el acumulado del año (entre enero y noviembre), Catalunya sigue en cifras positivas, líder del mercado español con 18,2 millones de visitantes y con un incremento del 6% respecto al 2016. La curva de crecimiento plasma la ralentización de los últimos dos meses y contrasta con el sólido incremento del mercado español, que en noviembre incrementó la diferencia de crecimiento a 3,03 puntos. Tras Catalunya se sitúa Baleares, con cerca de 13,7 millones y un incremento del 6,2%, y Canarias, con casi 13 millones y un crecimiento del 7,9%.

Prácticamente todos los mercados emisores incrementaron sus llegadas en noviembre, liderados por el Reino Unido con 913.373 turistas, con un incremento del 5,4 % con respecto a noviembre del año pasado. Le sigue Alemania, con 594.451, un 9% más, y Francia, primer emisor en Catalunya, que se estanca con 535.781 visitantes. Entre el resto de emisores cabe destacar los crecimientos anuales de los turistas procedentes de Estados Unidos (31,5%), Rusia (25,7%) y Holanda (13,7%).

domingo, 24 de diciembre de 2017

Disfunción de la representación política en Cataluña, resultados de 2017

Ante los resultados de las elecciones catalanas del 21 de diciembre circulan comentarios y quejas sobre el sistema de representación catalán. Desde sectores conservadores la queja comienza por las consecuencias del sistema D´Hondt que favorece a los más votados. No podemos acordarnos de Santa Marta sólo cuando truena, por lo que conviene recordar que es precisamente ese sistema el que hace que a nivel estatal el PP tenga una cómoda mayoría con sólo un tercio de los votos. Pero en realidad sí existe una circunstancia que crea importantes disfunciones en los resultados de las elecciones autonómicas en Cataluña, no sólo en este año, es algo histórico. Para analizar la situación hay que comenzar por el hecho de que Cataluña no tiene ley electoral propia

El 17 de enero de 1980, el presidente Tarradellas firmó un decreto convocando las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña. El decreto tenía voluntad de ser transitorio, a la espera de que viera la luz la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, que no se publicó en el BOE hasta 1985. Esa voluntad de provisionalidad, sin embargo, ha caído en saco roto.

Treinta y nueve años después, aquel decreto continúa vigente. Y lo que es muy relevante, la distribución de escaños entre las cuatro circunscripciones electorales (que se corresponden con las cuatro provincias catalanas) no se ha tocado un ápice. Hasta el punto de que Cataluña es hoy la única comunidad autónoma, pese a su amplio autogobierno, que no cuenta con una ley electoral propia una ley propia.

Como consecuencia de todo esto, la realidad es que el número de diputados que se eligen en cada provincia no es proporcional al número de habitantes o de electores de cada provincia, destacando en extremos opuestos las provincias de Barcelona y de Lleida. Según el censo electoral, Barcelona cuenta con el 74,81% de electores de toda Cataluña, 3.975.943 electores, y en cambio sólo elige el 63% de los diputados, 85 de un total de 135, correspondiendo un diputado por cada 46.775,80 electores. En el extremo contrario se encuentra la provincia de Lleida que con el 5,6% de electores elige el 11,11% de los diputados, correspondiendo 19.858,40 electores por cada diputado.

 Provincia
Electores
% electores
diputados
% diputados
Electores/diputado
Barcelona
3.975.943
74,81
85
62,96
46.775,80
Girona
499.740
9,40
17
12,59
29.396,47
Lleida
297.876
5,60
15
11,11
19.858,40
Tarragona
548.710
10,32
18
13,33
30.483,89
Total
5.322.269

135



Se da además la circunstancia de que las provincias que se encuentran sobrerepresentadas son también las provincias más independentistas. Si además tenemos en cuenta que el sistema electoral español beneficia a las mayorías llegamos a entender porque los partidos independentistas (JxCat, ERC más la CUP) tienen mayoría absoluta teniendo menos votos que los partidos no independentistas. El reparto de diputados por circunscripción se hace según la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG). En su momento se eligió este modelo para beneficiar al partido más votado, y así garantizar gobiernos fuertes al posibilitar que el partido más votado, aunque quede lejos del 50% de los votos, se pueda asegurar una mayoría absoluta de diputados.

Una representación más justa en Cataluña pasaría por aumentar el número de diputados a elegir por la provincia de Barcelona reduciendo en las otras tres, especialmente en Lleida y Girona. En caso de que cada provincia eligiese a un número similar a su número de electores Barcelona debería elegir una cantidad alrededor de 101 diputados, Tarragona 14, Girona 13 y Lleida 7. De esta forma en cada provincia correspondería un diputado por un número cercano a 40.000 electores.

 Provincia
Electores
% electores
Reparto equilibrado
Electores/diputado
Barcelona
3.975.943
74,81
101
39.365,77
Girona
499.740
9,40
13
38.441,54
Lleida
297.876
5,60
7
42.553,71
Tarragona
548.710
10,32
14
39.193,57
Total
5.322.269

135


Es indudable que esto provocaría importantes cambios en el peso de cada partido político, y sobre todo en la correlación de fuerzas entre partidos independentistas y no independentistas. Actualmente, entre JxCat ERC y la CUP tienen mayoría absoluta, 70 de 135 diputados. En caso de producirse un cambio más equitativo en el reparto de diputados provincias, con el resultado de diciembre de 2017 el reparto de diputados tendría una importante variación.

Barcelona
Votos
Porcentaje
101 diputados
C's
862.300
26,44 %
28
ERC-CatSí
673.285
20,64 %
21
JUNTSxCAT
618.653
18,97 %
20
PSC
494.693
15,17 %
16
CatComú-Podem
274.565
8,42 %
8
CUP
142.195
4,36 %
4
PP
141.803
4,35 %
4

Girona
Votos
Porcentaje
13 diputados
JxCAT
148.794
36.86
6
ERC
88.012
21.8
3
Cs
79.181
19.61
3
PSC
34.969
8.66
1

Lleida
Votos
Porcentaje
7 diputados
JxCAT
77.695
32.67
3
ERC
63.852
26.85
2
Cs
40.608
17.08
1
PSC
21.618
9.09
1

Tarragona
Votos
Porcentaje
14 diputados
Cs
120.010
27.47
5
ERC
104.258
23.87
4
JxCAT
95.460
21.85
3
PSC
51.689
11.83
2

Con un reparto equilibrado y justo de diputados por cada provincia entre JxCat, ERC y CUP tendrían 66 diputados en lugar de 70, por lo que no tendrían mayoría absoluta, abriéndose la necesidad de buscar acuerdos entre partidos de ambos bloques ahora enfrentados.