viernes, 13 de octubre de 2017

Al final Puigdemont entendió que Cataluña no puede ser independiente

Los independentistas catalanes argumentan que, por su población y riqueza económica, Cataluña podría ser perfectamente un estado independiente, con un PIB mucho más alto que la mitad de países de la Unión Europea, y esto es cierto, por lo que han promovido un proceso para declararla independiente, y así estaba previsto hacerlo, pero a última hora Puigdemont no apretó el botón, abriendo un periodo de incertidumbre con el que espera aflojar la presión independentista. La Generalitat intentará mostrar ante la opinión pública una posición firme a favor de la independencia, pero lo cierto es que las negociaciones ya están en marcha para desactivar todo el proceso. Entre los razones para este cambio se exponen posibles presiones internacionales, propuestas de medicación, presiones de la banca y las empresas catalanas, etc, todas estas razones pueden ser ciertas, pero la realidad es que, debido a esas presiones, los dirigentes del independentismo al fin han entendido que Cataluña no se puede independizar, por una razón muy simple, porque no es independiente.

Declarar la independencia política de un estado es algo bastante sencillo, basta con proclamarla y esperar reconocimiento internacional. Si Puigdemont hubiera declarado el 10 de octubre la independencia hubiera sido cuestión de tiempo que otras naciones la hubiesen reconocido, sobre todo teniendo en cuenta el ridículo de Rajoy al afirmar que el 1 de octubre no habría urnas ni papeletas, y sobre todo por la imagen que se trasladó por intentar parar por la fuerza algo parecido a una votación. Siendo posible esa independencia, no se entienden las razones para que el pasado martes la parasen en seco, aunque con ambigüedad para evitar la ira de los independentistas. La única razón es que llegado el momento han entendido que no pueden aplicar una independencia política sin que previamente exista independencia social y económica. La independencia política se aplica en situaciones en las que ya no existen lazos sociales y económicos que lo impidan, todo lo contrario de lo que sucede en Cataluña con respecto al estado.

La realidad social de Cataluña muestra que un importante número de catalanes no apoyan el independentismo, y aunque esto puede cambiar, sobre todo a raíz del 1 de octubre, si tenemos en cuenta los resultados de las últimas elecciones catalanas la realidad es que los partidos que no apoyan la independencia obtuvieron un 51,5% de los votos, más de 2 millones de votos, incluyendo en esta suma a CatSesPot, que no apoya la independencia pero sí el derecho a decidir, y también a Unió que no obtuvo representación por no llegar al 3%, mientras que el bloque independentista no llegó a 2 millones de votos quedándose en el 48,5%, sacando más diputados debido a que el sistema electoral premia al más votado. La existencia de esos más de dos millones de votantes en posiciones no independentistas demuestra que la sociedad catalana no está claramente por la independencia, esos catalanes quieren seguir siendo españoles y mantener sus actuales lazos con el resto del estado.

Más importante todavía que la social, está la dependencia económica de Cataluña para con el resto del Estado, no es una dependencia por la necesidad de ayudas o subsidios, sino que es todavía más importante. En Cataluña hay un alto número de importantes empresas que exportan fueran de Cataluña el 80% de su producción. Esa exportación se reparte en tres partes, el 40% a otras Comunidades del Estado español, otro 40% a países de la zona euro, y el 20% restante a países fuera de la zona euro. La declaración de independencia supondría de forma automática elevar el precio de los productos exportados, por la aplicación de impuestos y aranceles que ahora no existen. Pero no es sólo el precio lo que bajaría la demanda de los productos catalanes, a esto habría que sumarla el rechazo a unos productos de un país que se declara independiente en contra de la legislación nacional, y en contra de la opinión de las instituciones nacionales y comunitarias.

En estos momentos, y según datos del año 2015, en una situación de fuerte crisis económica en nuestro país, Cataluña está mucho más vinculada económicamente a España que al exterior, y, como ejemplos, hay que resaltar que vende mucho más a Aragón (con 1,3 millones de habitantes) que a Francia (70 millones) o a Alemania, y que exporta más a Cantabria que a Estados Unidos. Según datos publicados por el Instituto de Estadística de Cataluña y el Instituto Español de Comercio Exterior, las ventas de empresas catalanas al resto de España ascienden a 61.134 millones de euros, mientras que las exportaciones a países extranjeros suman 60.526 millones. Excluyendo los servicios, y teniendo sólo en cuenta la venta de bienes, las ventas catalanas al extranjero (54.897 millones de euros) superan las destinadas al resto de España (45.210 millones), todo ello según datos del informe de C-Intereg e Idescat. Este mismo informe señala que 13 de los 23 mercados más importantes para las empresas catalanas son comunidades autónomas españolas, y esto a pesar del contexto de crisis económica de nuestro país.

Por si esto no fuera suficiente, el informe “Análisis del Comercia de Cataluña” de CCC llega las siguientes conclusiones:
-          Cada  euro que venden las empresas catalanas al resto de España genera un 7% más de beneficio empresarial que en el caso de las exportaciones. Tiene menos costes vender en España que hacerlo en otros países.
-          Gran parte de la exportación de Cataluña de valor tecnológico proviene de filiales españolas de multinacionales extranjeras que están situadas en Cataluña por proximidad logística a sus países europeos, por lo que una posible secesión provocaría deslocalización.
-          Muchas empresas españolas encauzan su comercio exterior con Europa a través de Cataluña, en caso de secesión esto cambiaría.

Estas son las razones que han provocado que más de un centenar de importantes empresas catalanas, ante el riesgo de secesión, haya sacado su sede social de Cataluña, siguiendo un proceso idéntico al de otros países que no hace muchas décadas se independizaron, primero es la sede social, después la sede fiscal y finalmente el mismo centro de operaciones. Sólo quedarán aquellas empresas que por tamaño o negocio no puedan irse, además de sectores muy concretos como el del retail o vinculados a los contratos públicos.

Esta es la realidad económica de Cataluña, una región rica y productiva cuyas empresas tienen un gran volumen de negocio con el resto del estado y con países de la unión monetaria. Cualquier cambio, y una declaración de independencia es el cambio más importante que se puede acometer, pone en riesgo la situación de todo ese tejido empresarial en el que se basa la riqueza de Cataluña. En definitiva, Cataluña no puede independizarse porque es una región rica y productiva gracias a sus relaciones comerciales exteriores.


Fdo: Francisco Agarrabeitia Ramírez.

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