miércoles, 24 de febrero de 2016

POLVO ERES, en memoria de Miguel Hernández

A Miguel, consumidito por la enfermedad,no le quiso atender el personal de la cárcel de Alicante, así que tuvieron que preparar el cadáver sus compañeros reclusos. Por mucho que se intentó, no lograron cerrarle los ojos al poeta y así, con la mirada fija en ninguna parte fue introducido en una caja hecha con seis tablas de madera de pino.
Sólo cinco personas formaban el cortejo fúnebre, que acompañó desde la cárcel hasta el cementerio el coche de caballos que llevaba el féretro de Miguel Hernández.

La intención era velar el cadáver en el depósito del cementerio, pero cuando llegó aquel escaso cortejo, les dijeron que no se podían quedar, que se fueran a casa. El cuerpo del poeta quedó solo toda la noche aquel sábado de Pasión y con sus ojitos abiertos.

No les dejaron velar el cadáver porque en las tapias del cementerio había fusilamientos por la noche y no querían testigos. A las diez de la mañana del domingo de ramos, en el famoso nicho 1009 entró aún con los ojos abiertos Miguel Hernández. Pero hubo un último intento de cerrárselos. Con el ataúd medio dentro, se abrió, y se intentó de nuevo cerrárselos, pero no pudo ser.

El féretro fue introducido con los pies por delante y, algunos de los catorce que estaban presentes, se extrañó de este detalle, porque sólo a los curas, atendiendo al ritual de exequias se les coloca de esta manera, para que la cabeza quede en la boca del nicho y lo más cerca posible de la cruz de la lápida.El caso es que Miguel, fue enterrado como un cura, en el nicho 1009 , en la primera fila y casi a ras de tierra y sin lápida,porque no había dinero para ponerla. Más tarde, su amigo el pintor Miguel Abad Miró, fue el encargado de poner una lápida para Miguel gastando setecientas pesetas.

El susto llegó diez años después, en 1952,cuando Josefina, la viuda, recibió un requerimiento del Ayuntamiento de Alicante; si no pagaba la renovación del nicho, los huesos de Miguel Hernández irían a la fosa común.
Josefina no tenía las 2042 pesetas que le pedía el ayuntamiento, pero los amigos se movilizaron. Escribieron a Gabriel Celaya,a Vicente Aleixandre,...y entre todos juntaron las 2042 pesetas que libraron del desahucio al poeta.

En 1984 murió "Manolillo", su hijo, y Josefina exigió que fuera enterrado con su padre, los dos juntos, en el mismo nicho. Autor y protagonista de "Las nanas de la cebolla"

Pero aún faltaba alguien por llegar, Josefina Manresa, la esposa de Miguel Hernández,la madre de "Manolillo". Murió en 1987 y, por su puesto, antes, exigió ser enterrada con sus dos amores.
Y allí están los tres, a la sombra de tres palmeras siempre con flores, pero no están en el nicho 1009 sino en una espléndida sepultura en tierra, en el centro del cementerio de Alicante bajo una losa de mármol blanco.

A la izquierda de la sepultura hay un buzón con un mensaje de Miguel :"Aunque bajo la tierra mi amante cuerpo esté,escríbeme a la tierra,que yo te escribiré"

Hace 74 años que murió Miguel Hernández y sus ojos aún permanecen abiertos.

¡Ojalá! Todos y cada uno de los cuerpos que yacen en cualquier parte, tengan digna sepultura algún día. ¡Honor y gloria a todos ellos!

Núria Martínez Lopez


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